CAPÍTULO VIII
La extraña caja de julio
El caso No 2 del libro de Salvador Freixedo La granja humana - ¿somos los cobayas de los dioses?El juguete imposible.
En esta ocasión he decidido contar a cerca de uno de los casos mas curiosos del libro de Freixedo "La Granja Humana - ¿Somos los cobayas de los Dioses?", en la que narra el investigador español ex miembro de la orden jesuita por mas de 30 años, quien renunció a la orden debido a falencias que el mismo encontró dentro de la iglesia católica, ahora es un duro critico del dogma.
Esta historia y de por si muy misteriosa y totalmente inverosímil para la lógica común, va mas alla de lo que nos desafía la imaginación, esta es una historia real, dentro de lo que se podría llamar realidad, puesto que el testimonio a continuación es muy difícil de creer debido a su impresionante desenlace.
El autor cambia los nombres de los personajes y no revela detalles de la ubicación delos hechos, por ciertas cuestiones de seguridad y confidencialidad, a petición moral delos personajes en cuestión.
Tal y como narra el autor: Fragmento
"Hace algo más de 45 años, cuando nuestro testigo (al que en adelante llamaremos julio) tenía menos de 10 años de edad, vio encima de sí, en una región en la que siempre ha existido una gran actividad ovnística algo que flotaba en el aire como a unos 20 metros de altura. Por supuesto que él no tenía idea de lo que era aquello, pues nunca en su vida había oído hablar de semejantes cosas, pero su ingenuidad de niño campesino junto con la natural curiosidad de su edad, lo impulsaron a interesarse por averiguar qué era aquella cosa extraña que flotaba en el aire.
En vez de huir o asustarse se dedicó a observar al cabo de un rato sintió que de arriba lo alzaban y en pocos instantes se vio dentro de una habitación circular con una luz que no era como la del sol rodeado de objetos y cosas que no sólo no le eran familiares, sino que eran totalmente distintas de todo lo que había visto hasta entonces.
Aún no había salido de su asombro cuando vio una niña como de unos 6 años que vino hacia él muy sonriente y en ademán de jugar y efectivamente enseguida empezó enseñarle todos los juguetes que ya tenía en aquella casa tan rara.
Julio observaba todo con mucha atención, y aunque sea a cuenta de que estaba viendo cosas que nada tenían en común con lo que él había visto hasta entonces, en la humilde casa de sus padres o en cualquier otro sitio, no estaba atemorizado y si genuinamente interesado en todo lo qué le estaba enseñando. La niña siguió mostrándole sus juguetes hasta que llegó a uno que será el objeto central de este caso.
El juguete era una caja pequeña de unos 20 por 20 por 10 centímetros y no tenía nada por fuera que indica si sus enormes potencialidades. La niña ponía sus pequeñas manos sobre ella y enseguida se empezó a formar en la parte superior de la caja una especie de vapor hecho de muchas luces, que giraba vertiginosamente hasta que casi de repente aparecía ante ellos una criatura pequeña humanoide como de un metro de altura y una inteligencia semejante a la de un mono no hablaba y parecía estar muy extrañada del lugar en que se encontraba de repente como si la hubiesen traído allí contra su voluntad.
La niña era capaz de sacar de la caja cuántas criaturas quería, todas semejantes a la primera, y todas le obedecían sin chistar incluso cuando las volvía a meter haciéndolas desaparecer dentro de la caja de la misma manera misteriosa como las había sacado. Primero las convertía en una especie de vapor qué repentinamente se precipitan por una pequeña rendija hacia dentro. Digo que las hacía desaparecer dentro de la caja porque las criaturas evidentemente no cabían dentro aunque hubiese habido una sola daba más bien la impresión de que se desmaterializaban Julio paso un gran rato allá dentro conversando con la niña y viendo las muchas cosas que ella le enseñó, hasta que llegó la hora de irse entonces la niña le dijo si quería quedarse con la caja, porque él había mostrado mucho entusiasmo cuando la veía sacar de ella con tanta facilidad aquellos <<monitos>>. Sin pensarlo mucho le dijo que sí y ella se la dio.
Lo bajaron de la misma manera que lo habían subido y he aquí a julio poseedor de algo que desde aquel momento se iba a convertir en el centro y en la preocupación de toda su vida.
Naturalmente guardo con gran celo su misteriosa caja y hasta la escondió de miradas demasiado inquisidoras, pero no hizo de aquello un secreto inviolable. Disfrutaba mucho mostrándosela a escondidas a sus amiguitos y recuerda que hacía una especie de pequeño circo (para cuya entrada cobraba un centavo) en el que sacaba algunas de aquellas criaturas de la caja ante el asombro de sus pequeños compañeros de escuela. Las personas mayores nunca asistían a aquellas <<fantasías>> de muchachos y hacían en pequeño lo que la sociedad hace en grande: si alguno de sus hijos les contaba lo que había visto simplemente lo achacaba a <<imaginaciones de niños>> aunque también es cierto que julio nunca sacaba ningún monito cuando había algún adulto presente. Esto contribuyó a la idea de que todo eran cosas de muchachos.
Pero sucedió algo inesperado la niña le había explicado bien a julio como tenía que hacer para devolver los <<monitos>> dentro de la caja, pero julio, a pesar de que lo intentaba no lo lograba. Las criaturas en cuanto salían de su asombro inicial se quedaban durante un tiempo al lado de la caja, como esperando las órdenes de julio pero dando muestras de un gran nerviosismo. Más tarde cuando éste intentaba volverla a meter y no lo lograba, repentinamente se iban a una velocidad vertiginosa, y se perdían entre la maleza.
Al cabo de un tiempo estas criaturas comenzaron a acercarse a la casa de julio y a todas horas merodeaban por los alrededores. A veces se acercaban a él (la única persona con la que hacían ésto) y llegaban a tocarle, mostrando muy poco respeto hacia él, se atrevían a hacerle bromas muy rudimentarias y de mal gusto.
Durante años cuando julio iba de un lado a otro por el campo, ellos lo acompañaban, aunque siempre acierta distancia. La gente no los veía pero como dije los animales sí, y se alejan enseguida cuando ellos se acercaban, dando señales de gran miedo o inquietud. Julio no sabía qué hacer, y esto a lo largo de los años se ha convertido en un calvario para él pudiendo decirse que ha marcado fatídica mente toda su vida. en la actualidad el ya no tiene la caja consigo la arrojó al mar amarrada a una piedra muy lejos de la orilla, porque parece que lo que atraía a las criaturas era la caja y de hecho hace tiempo que estaba ya no lo visitan.
En un determinado momento de nuestra larga conversación aunque posteriormente lo he visitado más veces me dijo julio con acento apesadumbrado <<créame lo que yo quisiera es morirme.>> A mi pregunta de por qué, me contestó siempre con el acento de un hombre que lleva encima de sí un gran peso una gran preocupación: <<ya no quiero ver más cosas extrañas, lo que quiero es descansar.>>
Todo esto me dejó con muchos interrogantes en la cabeza. En realidad me dio la impresión, de que aún tenía más cosas que decir, que se reservaba, y que ellas eran las que le causaban todo ese cansancio de vivir.
El relaciona a estas criaturas con ciertas desgracias que han sucedido por aquella región y cree que son capaces de hacer mucho mal y que de hecho lo hacen algunas veces. Según parece en la actualidad merodean cerca de un lugar en la montaña, en donde por un tiempo tu escondida la caja es peligroso para la gente acercarse por allí. Me mencionó en concreto varias muertes que él creía habían sido causadas por ellos, ya que me confeso Julio haber sacado de la caja mas de 100 criaturas de estas y que las considera un problema publico.
Todavía queda algún sesentón que se acuerda de ellos, dos años más tarde de haber recibido estas confidencias de julio consulte con mi libreta de notas, donde tenía apuntados los datos concretos que él me había dado. Allí estaba el nombre de uno de sus amigos de la infancia que había visto en varias ocasiones como él sacaba aquellas criaturas de la caja. Julio sabía que vivía en un barrio específico de una ciudad distante como unos 60 kilómetros, y me dio un detalle concreto por el que se podía localizar. Me dijo que había perdido todo contacto con esa persona desde hacía muchos años, pero yo me decidí a buscarlo y corroborada casi tan extraña historia.
Me tomó casi un día entero dar con él, pero por fin lo encontré. Le hable de su infancia de su pueblo natal y de Julio. En cuanto se lo nombre y le pregunté si recordaba el circo que montaba, sonrío y moviendo la cabeza con un ademán de incredulidad dijo rotundamente:
- Aquel cabrón no se como lo hacía.
- Pero ¿que hacía? - Dije yo.
- Tenia una caja de zapatos, de la que sacaba unos monos, que la primera vez que los vi delante de mi dispensando, me lo hice por los pantalones.
- ¿Y se acuerda como eran?
- Mire usted. Yo era muy niño. Y me fui muy pronto de aquel pueblo. De eso hace como 50 años y apenas si me acuerdo. De lo que si me acuerdo es que yo los vi en solo dos ocasiones, y me dieron tal miedo que por la noche soñaba con ellos, despertaba llorando y me iba corriendo a la cama de mis padres. Y como esto paso varias veces ellos me prohibieron andar con Julio.
- Pero, ¿como eran aquellos monos? - insitía yo.
- No recuerdo bien. Casi no me atrevía a mirarlos, eran tan altos como yo y feísimos, con unas orejas en punta, y se movían a una velocidad que a veces desaparecían a la vista. Era como si fuesen eléctricos.
- ¿y que pasaba con ellos?
- Pues no se decirle.
- ¿y como los podía sacar de una caja de zapatos si eran tan altos como usted?
- Eso me pregunté después muchas veces. Entonces era tan pequeño que no me lo cuestionaba, a parte del mucho miedo que les tenía. En cambio, había otros muchachos mayores que le decían que -sacase mas- Aunque tampoco debía parecerles raro lo que hacía.
Apenas si le pude sacar mas datos. Pero lo que me contó fue suficiente para convencerme que lo que Julio me había narrado no eran invenciones suyas."